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domingo, 18 de septiembre de 2011

Shanghái nunca duerme




Las calles parecen dormidas aquí en Shanghái. Una mujer en bicicleta carga cinco veces su peso en la espalda. Me mira y sigue su paso. La banda sonora de la ciudad se compone de bocanadas de silencio y aire frío. Paseo sin dirección con mi cámara de fotos. La luz de los edificios va guiandome a través de anchas avenidas que se entrelazan con calles estrechas. Hay algo en todo esto que me hace sonreir. Todo tan bello, todo tan lindo.




Llego a mi casa. Ahora puedo verlo todo de otra forma. Desde mi ventana atisbo las luces que antes me miraban de forma altiva. Respiro y me siento bien.




Buenas noches Shanghái.








domingo, 11 de septiembre de 2011

Shanghái, dulce hogar

Llevo 10 días en Shanghái y ya me siento como en casa. Desde una pequeña cafetería de estilo irlandés, me paro despúes de una semana tan estresante a escribir lo que pudiera ser el comienzo de mi diario shanghainés. Me acompaña un rico caffè macchiato y me rodean sujetos de nacionalidades dispares, ninguno occidental debo añadir. La sensación es extraña, bella y confusoria.


La banda sonora que acompaña este momento es relajante y la decoración me hace olvidar que haya volado varios cientos de kilómetros para estar aquí. El ruido de los coches interrumpe en ocasiones la tranquilidad. La carretera es una lucha encarnizada de vehículos dispuestos a ser los primeros en llegar, cueste lo que cueste. Y los viandantes se mueven como serpientes entre todo ese atasco como si no le dieran importancia alguna.


Tengo mucho que escribir y no sé por donde empezar. De momento lo dejo aquí. Voy a hincarle el diente al pastel de chocolate que el camarero me ha servido tímidamente.

Mi primera semana se resume en taxis que derrapan, rascacielos amenazantes y mucha, mucha locura: Bienvenidos a Shanghái