
La banda sonora que acompaña este momento es relajante y la decoración me hace olvidar que haya volado varios cientos de kilómetros para estar aquí. El ruido de los coches interrumpe en ocasiones la tranquilidad. La carretera es una lucha encarnizada de vehículos dispuestos a ser los primeros en llegar, cueste lo que cueste. Y los viandantes se mueven como serpientes entre todo ese atasco como si no le dieran importancia alguna.
Tengo mucho que escribir y no sé por donde empezar. De momento lo dejo aquí. Voy a hincarle el diente al pastel de chocolate que el camarero me ha servido tímidamente.
Mi primera semana se resume en taxis que derrapan, rascacielos amenazantes y mucha, mucha locura: Bienvenidos a Shanghái
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